DCC 1.3

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Las iglesias que perfeccionan a sus miembros no son efecto de un accidente. Son resultado de una oraciÃ³n, una planificaciÃ³n, y una prÃ¡ctica deliberadas. Cuando alguien quiere edificar una casa, no comienza por los planos. Comienza por soÃ±ar con cierta casa. SÃ³lo despuÃ©s que el sueÃ±o toma forma, se diseÃ±an y desarrollan los planos. El arquitecto dibuja una imagen que usarÃ¡ como guÃa para el diseÃ±ador y los constructores a lo largo de todo el proceso. Los planos da n instrucciones paso por paso para construir la casa de sus sueÃ±os. Los edificadores utilizan esos planos y esa imagen muchas veces durante cada etapa de la construcciÃ³n, de manera que la casa de los sueÃ±os se convierta en una realidad.

Con las iglesias sucede lo mismo. Primero fueron imaginadas en el corazÃ³n de Dios, y despuÃ©s su sueÃ±o tomÃ³ forma. El apÃ³stol Pablo ayudÃ³ a identificar esa forma de lo que Dios habÃa imaginado. En su epÃstola a los Efesios, describe el cuadro de lo que Dios sueÃ±a para la Iglesia del Nuevo Testamento (cap. 4). Los versÃculos son breves, pero la imagen tiene una profundidad considerable.

Pablo describe un cuadro del cuerpo de Cristo repleto de vida y esperanza, dedicado a perfeccionar a las personas para su llamado, de manera que se puedan unir a Dios en la realizaciÃ³n de sus planes para la humanidad. Verdaderamente, es la Iglesia liberada, y realizando algo que sÃ³lo a Dios se le habrÃa podido ocurrir.

Muchos se detienen a admirar este retrato de una Iglesia que alcanza "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13). Con frecuencia, despuÃ©s de contemplar esta imagen, nos alejamos inspirados por sus posibilidades, pero nos sentimos incapaces de reproducir en nuestras iglesias su profundidad de vida, su vitalidad, o su capacidad para perfeccionar....
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